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maratonescritura3

Colección incompleta

Al fin la tendría conmigo, después de años de búsqueda, la última pieza de mi colección había sido encontrada por arqueólogos en medio de la nada. Uno de ellos sabía de mi interés por ella y no dudó en ofrecerme el objeto. Obviamente era ilegal y se tomaban todo con cautela, me enviaron fotos y al verla allí, tan brillante y perfecta, perdí por completo la cabeza. Una mezcla de adrenalina y desesperación me empujó del sillón. El mensaje era claro, no era el único que la quería, aquel contacto trabajaba en las excavaciones y me pidió, que si en verdad la deseaba, corriera por ella.

Era tal mi desesperación, que me vi envuelto personalmente entre ramas y malezas, buscando pistas sobre aquel campamento con tan solo dos guías que no hablaban mi idioma.

A lo lejos, y casi imperceptible, se asomaba una parte de la construcción extraña olvidada en el tiempo. Me acerqué casi desesperado para confirmar que aún la tenían. Con mi bolso lleno de dinero, sería tan fácil como ir a comprar a una tienda. El campamento aparecía frente a mis ojos y hombres fortachones y algunos escuálidos trabajaban en aquella excavación que no parecía más que un agujero en la tierra.

Hablé con el jefe que con una sonrisa radiante me recibió casi perplejo -Creí que no llegaría hasta mañana- dijo mientras entraba en la pequeña carpa, y yo lo seguía para ver el objeto que me había quitado el sueño -No acostumbramos vender este tipo de cosas- me advirtió, yo asentí con los ojos vidriados de la emoción. Tomé la pieza y casi tirándoles mi bolso con dinero comencé a reír, al fin, al fin lo había conseguido, solo podía pensar en regodearme ante todos con algo tan invaluable.

-¿Cómo la hallaron?- pregunté sin quitar la mirada de mi tesoro, que me era quitada y envuelta rápidamente por un ayudante para poner dentro de una bolsa.

-Estaba en estas mismas ruinas, suponemos que al igual que las demás, fueron obsequios en señal de unión, jamás la venderíamos, pero los fondos de esta excavación...– se paralizó al ver tal cantidad de dinero dentro de mi bolso –Sepa usted, y repito, que es ilegal, guárdela en un lugar seguro y tan solo váyase para evitar sospechas, este país tiene leyes muy firmes-. Volví a asentir verdaderamente asustado por primera vez en todo el viaje, la cárcel en ese lugar debía ser un calvario, y temblando de emoción y miedo, salí triunfante de aquel lugar horroroso. A penas si toqué el hotel y partí en avión de nuevo a casa.

Sentía a cada paso que la policía me seguía, sentía que podrían revisar mi bolso de mano y encontrarla, no debería haber ido personalmente, me decía, pero temía que alguien me ganara y me dejara sin una pieza única, que ahora podría alardear, permitía saber que ambas civilizaciones habían tenido contacto.

Besé con disimulo mi maleta y suspiré al sentirme de nuevo en casa, mi colección estaba completa. Ahora podía decirse que era yo, solo yo, quien poseía las mejores reliquias y tesoros de América del Sur.

Llegué apresurado y excitado por mi gran hazaña, comencé a limpiarla y lustrarla para que su belleza fuese igual a la de las demás. Gané, pensé mirándola en mis manos. Con cuidado coloqué la pieza donde antes había un espacio vacío y con regocijo me senté a disfrutarla.

Fue allí, ya en mi gran sala, que me di cuenta de que algo no andaba bien. La saqué de su lugar y volví a limpiarla, observé cada rincón de ella, volví a colocarla perplejo y mirando un punto fijo pensé en cada parte de lo sucedido. Me senté incrédulo, y reí al darme cuenta de que la original nunca había sido encontrada.


B. Daniela Sánchez



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